miércoles, 25 de mayo de 2011

La Muerte Que Produce Vida


Cuando dejamos de actuar como niños y actuamos como adultos en Cristo, vemos cómo podemos producir frutos para Dios.

Sabemos que tenemos que cambiar todos los días, porque la naturaleza humana es pecaminosa, y sólo con el Espíritu Santo dentro de nosotros, cada día que morimos para este mundo, el Señor puede vivir en nosotros y El vive en nosotros cuando somos perseguidos, pero no derrotados, tenemos la razón, pero nos quedamos callados, somos tratados injustamente, pero esperamos en la justicia de Dios, paramos de pensar en este mundo terrenal y nos elevamos al mundo espiritual.

En realidad no es fácil vivir en este mundo y ser espiritual, pero lo es posible cuando buscamos vivir en el Espíritu y no somos solamente oidores, sino hacedores de la palabra de Dios, y así poco a poco conquistamos todas las promesas prometidas por Dios en nuestras vidas, y si queremos conquistas tendremos que morir para nuestras voluntades, deseos y pensamientos diariamente para que el Señor Jesús pueda vivir en nosotros. Llevando el amor verdadero para este mundo, llevando a las personas hacia la vida eterna, y produciendo vida, a través de la muerte de nuestra carne diariamente.

“Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; cuando llegué a ser adulto, dejé atrás las cosas de niño. Ahora vemos de manera indirecta y velada, como en un espejo; pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco de manera imperfecta, pero entonces conoceré tal y como soy conocido. Ahora, pues, permanecen estas tres virtudes: la fe, la esperanza y el amor.. Pero la más excelente de ellas es el amor.” (1 Corintios 13:11-13)

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