martes, 29 de junio de 2010

Venciendo nuestro enemigo


Cuando nos detenemos para reflexionar sobre nuestras acciones, podemos poner en la balanza: ¿Qué hice para tener buenos resultados? O lo que dejé de hacer podría haber sido diferente para obtener resultados?
No hablo de resultados en mi vida, sino en la vida del pueblo, porque los siervos no pensamos en nosotros mismos, no deberíamos tener deseos o voluntades, pero debemos estar en el centro de la voluntad de nuestro Señor. Y para que realmente podamos llevar resultados a las vidas del pueblo, porque somos un canal para que las personas reciban las bendiciones, es muy importante vencer a nosotros mismos, diariamente. Controlar nuestros impulsos, la voluntad de nuestra carne, las situaciones que enfrentamos a diario, pensamientos e inquietudes. Sólamemte cuando nos vencemos a nosotros mismos, podemos vencer a nuestro mayor enemigo, que en la mayoría de los casos está dentro de nosotros. Vencemos nuestra voluntad cuando no deseamos estar en otro lugar o otro pais que sea diferente de aquel que Dios cuenta con nosotros. No hablamos lo que queremos, si no lo que Dios quiere que hablemos, no pensamos en lo que queremos, mas bien pensamos en lo que agrada a Dios, no actuamos como queremos, sino actuamos como Dios quiere. Esta práctica no es algo simple o fácil. Por mi propia experiencia, veo una madurez espiritual en mi vida diaria, luchando cada día para vencer mi voluntad y, por supuesto, los beneficios han sido maravillosos. Las respuestas que vienen directamente del trono de Dios y una comunión maravillosa con el Señor que no tiene precio.
Antes de tomar decisiones o actitudes, es necesario pensar "¿Cómo le gustaría a Dios que yo actuase en esta situación?" Así todo se vuelve más claro, y el fuego de la fe siempre estara encendidó, mostrandonos el verdadero poder sobrenatural de Dios.
“Mas vale ser paciente que valiente. Mas vale dominarse a si mismo que conquistar ciudades.” (Proverbios 16:32)
“Concentren su atencion en las cosas de arriba, no en las de la tierra, pues ustedes han muerto y su vida esta escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:2-3)

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